Existe una oportunidad, quizá no la primera, pero sí la que se está
divulgando con algunos proyectos en materia de movilidad sostenible. Y
en política, el comentar mucho y aplicar obras de éste tipo, haciendo
hincapié desde el lado del gobierno citadino en lo que se hace, puede
convertirse en un hara-kiri si no llevan a un resultado efectivo o que
no exista la intención real de llevarlo a cabo como se debe.
Por ello, asumo que ésta voluntad es real con todos los tropiezos que
va a conllevar, en la espera de no convertirnos en unos desilusionados
(una vez más).
Aprovechando ésta coyuntura hemos considerado propicio el comentar
sobre el proyecto del sistema de bicicletas públicas para Lima
Metropolitana. Este sistema que se viene aplicando en muchas ciudades
latinas y europeas es una chance de bajo costo, fácil, de rápida
implementación, totalmente integradora y sencilla de corregir. Está
demás explicar los beneficios en salud, economía y transporte que
conlleva con su existencia.
Pero
ello no es todo. Lo fundamental viene a ser el traslado de nuestros
conceptos clásicos de movilidad hacia otros que generan otros tipos de
conductas. Es un “puente” o “bisagra” que marcaría una diferencia en el
ciudadano, aniquilando paulatinamente un modo caótico gracias a las
partes que lo comprenden. Las zonas de estacionamiento, la distribución
de los mismos, los requerimientos para su acceso, la proyección de los
traslados en bicicleta y porque no, los negocios beneficiados y empresas
que inviertan en dicho sistema se constituyen parte de un nuevo estilo
de vida.
Para la comprobación de ello no hay que hacer estudios de impacto o
proyecciones estadísticas centrados en la satisfacción del usuario.
Basta coger la experiencia de más de 20 países y más de cien urbes del
planeta que con comportamientos sostenidos han atacado el corazón de la
congestión vehicular motorizada, aparte de permitir al público el
decidir moverse libremente.
Uno de los principales puntos a tomar en cuenta para proyectar aún
mas un sistema de éste tipo es la intermodalidad, es decir, la
posibilidad de que las bicicletas como medio de transporte sean tomadas
en cuenta al momento de diseñar las políticas de transporte público.
Dicha intermodalidad se plasma en el hecho de que el usuario aborde el
bus o metro conjuntamente con su vehículo de dos ruedas. Por otro lado,
al abandonar el vehículo de transporte masivo, el usuario pueda utilizar
el espacio público (segregado o no) para continuar con su
desplazamiento. Este último requerimiento parece ser el más polémico, ya
que la industria automotriz presiona indirectamente para que las
inversiones en materia de transporte contemplen obras de ampliación de
avenidas, intercambios viales, puentes, etc, que alimentan el consumo de
vehículos automotores.
Luego, el factor educativo, conlleva su dosis de inaceptación, puesto
que en la concepción clásica de movilidad urbana, se tiene la certeza
de que sólo los motorizados son capaces de cubrir las distancias y que
por derecho (otorgado por nadie), son los únicos que pueden ocupar la
calzada.
Cuando tuvimos la oportunidad de comprobar lo logrado en otras
ciudades, notamos con decepción que el sistema de metros subterráneos
(underground) no era tan efectivo como pareciera. Los ciudadanos
limeños, así como políticos y empresarios oportunistas, casi están
suplicando de rodillas la pronta culminación de los trenes elevados o
subterráneos pero la realidad es otra. El público de otras ciudades es
más rápido utilizando su bicicleta. Los tiempos desde casa a la estación
de metro, el tiempo que se utiliza para bajar o subir cientos de
metros, los tiempos de espera a que pase el tren, los tiempos para subir
a la superficie y por último, el tiempo desplazándose a pie para llegar
al destino terminan incrementando el tiempo de viaje a niveles muy
superiores que frente a hacer el mismo recorrido en bicicleta. Bien se
puede comprobar ello en las actuales estaciones del Metro de Lima y sin
ir muy lejos, el Metropolitano nos da una buena referencia.
Por ello, una inversión en un sistema de alquiler público de
bicicletas, con su consecuente infraestructura cicloviaria y
posiblemente integrada al sistema de transporte masivo del brazo de una
campaña educativa con su complemento de seguridad, no es nada
descabellado.
Existen muchas posibilidades para su uso: como valor agregado en la
tarjeta del metropolitano o el Metro de Lima, con un sistema de tarjetas
inteligentes a costos accesibles (esta parece ser la modalidad que
usarán), a costo cero con financiamiento en publicidad, por alquiler y
cobro por tiempo (la que han elegido), por alquiler con dinero
tradicional, por alquiler desde un móvil. Las ideas son múltiples y
totalmente aplicables.
Ya no es un sueño, y el proyecto es totalmente factible para el
momento que estamos viviendo, aunque aún constituyen un desafío. Dicho
desafío no proviene del monto de la inversión ni de la planificación y
ejecución. Los principales escollos son la propia sociedad y las
políticas públicas en materia de transporte. La oportunidad de vivir en
una ciudad más limpia con un mejor nivel de vida está a nuestro alcance,
pero nuestras autoridades deben tomar las decisiones con más ímpetu
para que la petición y voluntad política de la sociedad civil vayan de
la mano con la movilidad sostenible y en pocos años (menos de los ocho
que han manifestado).
http://www.cicloviasdelima.org/sobre-el-proyecto-del-sistema-de-alquiler-publico-de-bicicletas-de-lima/
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