martes, 30 de julio de 2013

Imaginar la Lima del bicentenario

Invitamos a dos urbanistas y un experto en transporte para que proyectaran cómo será la capital en el 2021, cuando celebremos 200 años de nuestra independencia. Sus vaticinios revelan que estamos en una encrucijada: alcanzar una ciudad idílica o padecer los embates de una metrópoli caótica.
 
Texto: Nilton Torres Varillas.
Fotografía: Laura Gamero / Ilustración: Edward Andrade.


Sábado 24 de julio del 2021. Pablo Vega-Centeno sale de su departamento del edificio Los Olmos, en la Residencial San Felipe, y camina hacia la avenida Salaverry para dar un paseo matutino. Son las once de la mañana. Hace frío, se frota las manos y contempla el paso de los buses del sistema de alimentadores que pasan cada cinco minutos exactos, como un reloj.
Pablo mira a su derecha y atisba la silueta del centro comercial Real Plaza, mole de neón y concreto bordeada por una amplia zona de espacio público en la que resaltan sus bien distribuidas áreas verdes y las bancas que invitan a reposar después del shopping.

Pablo emprende el paseo girando hacia su izquierda, hacia el cruce de Salaverry con la calle Sánchez Cerro. A su paso contempla la hilera de edificios de departamentos en los que se intercalan las edificaciones de comienzos de la década pasada, cuando eran concebidos como búnkers cerrados y enrejados, y las construcciones recientes en las que las panaderías, tiendecitas y cafés de los primeros niveles de los edificios invitan a aprovechar la calle para ir por el pan, a la lavandería o simplemente caminar por las amplias veredas que las circundan.
Al llegar a la esquina, Pablo Vega-Centeno, sociólogo, arquitecto, experto en temas de movilidad y ciudad, se detiene y dice que ese es el panorama que aspira a contemplar dentro de ocho años. Porque es miércoles 24 de julio del 2013 y aún el Real Plaza Salaverry está en obras, por la avenida circulan decenas de bulliciosas combis y buses, y las constructoras levantan bloques que cuanto más altos son parecen mirar menos hacia abajo.

Dentro de ocho años, un 28 de julio como hoy, el Perú celebrará el Bicentenario de su independencia. Cuando se conmemoró el primer centenario, en 1921, Lima recibió tan importante efeméride inundada de monumentos –el reloj del Parque Universitario, el Museo de Arte, el monumento a Manco Cápac, entre otros– regalados por las delegaciones diplomáticas de países amigos.
Para el 2021 no se sabe aún qué agasajos recibirá Lima, pero el promovido desarrollo inmobiliario actual, los proyectos de mejora de la circulación y el tránsito por la ciudad, y la proyección de nuevos espacios públicos, auguran que la capital celebrará esos 200 años de independencia como una moderna metrópoli de once millones de habitantes.

Pero ¿qué tipo de ciudad es la que queremos tener cuando celebremos el esperado Bicentenario?
Público y de calidad

Pablo Vega-Centeno vive hace 18 años en la Residencial San Felipe y ha sido testigo del cambio en los alrededores: donde antes había chalets de dos pisos, ahora existen edificios de departamentos. Y es en las avenidas Gregorio Escobedo, Salaverry y San Felipe donde más se nota esa metamorfosis arquitectónica.
Vega-Centeno no reniega del crecimiento hacia lo alto de la arquitectura limeña, ya que es una necesidad evidente para Lima, una capital que en el último siglo se desarrolló hacia lo ancho, como una gran mancha de aceite, y ahora mira hacia arriba como toda metrópoli que se respete.

Pero donde sí pone el llamado de atención es que esa expansión a los cielos debe ir de la mano de una adecuada organización y aprovechamiento de las áreas públicas.
“Cuando Lima se expandía, ya sea a través de los suburbios de clase media o alta (San Borja, Surco) como de los asentamientos humanos, el modelo era tener un chalecito, la casita con jardín. Este patrón ha cambiado, ahora se aspira al departamento, pero lo que toca demandar es que ese nuevo modelo de vivienda se complemente con áreas colectivas que permitan tener una vida cotidiana de calidad”.

El sueño del urbanista es que las constructoras e inmobiliarias se den cuenta de que ese es el norte a seguir. Por eso, dice, ahora mismo se nos presentan dos opciones: continuar con el modelo actual de construcción en el que se ningunea el espacio público, o darle prioridad a este mismo espacio.
En ese sueño de una Lima que reciba al Bicentenario, Vega-Centeno fantasea con edificios con un primer piso que anima a caminar por la calle, que llama a la convivencia, que dialoga con la ciudad. Un reclamo que se hace más urgente aún sabiendo que, según las estimaciones de la Cámara Peruana de la Construcción, en los próximos quince años se espera un ritmo de obra de 50 mil nuevas viviendas por año.

Pesimista constructivo

Transportado al 2021, el urbanista y arquitecto Wiley Ludeña sale a la puerta de su casa, en la cuadra 9 de la avenida Los Próceres, en Surco, y frente a él ve erigirse un panorama de verticalidad urbana que lo sobrecoge. Al lado del edificio de 18 pisos que comenzó a habitarse hacia finales del 2013, se eleva una torre gemela, y hacia su otro costado, en un lateral de la urbanización La Cruceta, se levantan otras torres construidas en el 2014.
“Si vamos a vivir en cajoneras, en viviendas unifamiliares que parecen estiradas por un chupón, es vital compensar con un importante espacio público, si no será como vivir permanentemente en un escenario de esquizofrenia morfológica”.

Volviendo a la actualidad, Ludeña se muestra como un duro crítico de la arquitectura de los proyectos inmobiliarios presentes y reclama también la necesidad de que todo proyecto inmobiliario apunte a un estilo arquitectónicamente amable.
“Si se acentúa la construcción vertical, condominizada y encerrada en sí misma, lo que pasará es que la ciudad no será más un espacio de intermediación social. Será apenas un escenario de recorridos fugaces y encuentros conflictuados, además de insegura”.

Ludeña es un “pesimista constructivo” ya que, si bien en el tema urbanístico se muestra consternado, en el del transporte el optimismo se apodera de él y, pensando en una Lima del 2021, vislumbra que la movilización en la ciudad tendrá un giro notable hacia el confort y la rapidez.
Para ir al aeropuerto, Ludeña se imagina abordando una de las alimentadoras del Metropolitano hasta la estación más cercana del metro de Lima a su casa. Luego hará transbordo a la Línea 2 que viene desde Vitarte hasta llegar a algún paradero que lo conecte con las unidades que pasan por el ramal de Javier Prado-Faucett, hasta el aeropuerto Jorge Chávez. Todo en menos de una hora.

Ludeña ve con optimismo los proyectos de la Costa Verde y Vía Parque Rímac, que están en pleno desarrollo. Dos parques lineales que prometen calidad de vida urbana, que expandirán el espacio público y que deben ser el modelo a seguir ya que no solo debemos contar con mayor área verde y espacio público en la periferia sino también dentro de la ciudad.
“La experiencia internacional nos dice que si tenemos dos parques lineales como la nueva Costa Verde y Vía Parque Rímac lo que necesitamos es coser ambos espacios a través de 'túneles verdes metropolitanos'. Y avenidas como la Universitaria o el corredor Alfonso Ugarte-Brasil pueden utilizarse como tales”.

Interconexión y fiscalización

A mediados del 2021, trasladarse de Pueblo Libre a Chorrillos resulta una experiencia confortable para Miguel Sidia. De su casa, en la cuadra 6 de la avenida Del Río, camina un par de calles hasta la parada de buses del cruce de la Brasil con Bolívar. Aborda las unidades que transitan por el corredor vial hasta la avenida Del Ejército, donde hace transbordo con los alimentadores del Metropolitano. Una travesía segura y rápida.
“La intermodalidad nos permite desplazarnos de un punto a otro de la ciudad utilizando distintos tipos de transporte y con un mismo medio de pago. Esto es lo ideal”.

Miguel Sidia, de regreso al 2013, asegura que esta será la forma cotidiana de movernos por la capital en el futuro inmediato, ya que poco a poco estamos aprendiendo a utilizar la interconexión en el transporte.
“Para julio del 2021 deberíamos tener culminado, por lo menos, un primer tramo de la Línea 2 del metro que une la Carretera Central con el centro de Lima, y debiera estar en construcción el otro tramo hacia el Callao. También las nuevas líneas del Metropolitano que van de Circunvalación a Faucett y de Universitaria a Benavides. Y debería estar funcionando el eje complementario de Tacna a Miraflores”.
En este escenario, la Lima que recibirá al Bicentenario podrá ser recorrida en buses articulados que se moverán por los corredores principales y complementarios, mientras que en las rutas menores, de interconexión, circularán autobuses de un solo chasis.

Es en la periferia de la ciudad, en esas rutas de barrio, donde se mantendrán los vehículos tipo cúster e incluso las mototaxis. Y las combis, pues irán saliendo de circulación paulatinamente.
Un mecanismo fundamental que exige Sidia para que este promisorio futuro en el transporte se haga realidad es la efectiva fiscalización.
“Los próximos alcaldes de la ciudad deben apostar por la fiscalización electrónica. No basta solo con una moderna infraestructura vial y de vehículos. Debemos controlar si un conductor no da pase al peatón en los cruces, si excede su velocidad, si viola las reglas de tránsito. Para eso existen los sistemas inteligentes de transporte, y para adquirirlos podemos apelar a la asociación público privada con empresas que ofrecen estos sistemas”.

Metrópoli peruana

El panorama de cada día en horas punta, con miles de vehículos pugnando por circular por las principales vías de Lima, tendría que ser historia para el 2021. Miguel Sidia dice que la compra de autos nuevos continuará en los próximos años, y así lo confirma una reciente estadística de la Asociación Automotriz del Perú: más de 93 mil nuevos vehículos fueron inscritos en el primer semestre del 2013. Pero ese no es el problema.
“Por Lima, aproximadamente, circulan un millón 300 mil vehículos, y la mayoría son taxis y transporte público. Entonces debemos poseer un sistema de transporte público que invite a aprovecharlo y luego tenemos que aprender a racionalizar el uso de los vehículos particulares, y ya no utilizarlos para ir a trabajar o a estudiar. Solo así ese caos será cosa del pasado”.

Para Wiley Ludeña las obras que se están haciendo ahora debieron implementarse hace cuarenta años, y además los actores del negocio inmobiliario no han sido conscientes de la responsabilidad social que les tocaba y han construido barrios infierno.
Pablo Vega-Centeno dice que solo con una oportuna planificación de lo que se quiere para nuestra ciudad a futuro es que lograremos alcanzar ese ideal de una urbe en la que provoque vivir.
Con una nueva Costa Verde que cruza desde el Callao hasta Chorrillos boyante de espacios públicos de fácil acceso, y un sistema de transporte rápido y de calidad, podemos decir que la capital en el Bicentenario será la metrópoli soñada. Ahora lo que toca es dejar de fantasear y trabajar para que esto sea realidad.

http://www.larepublica.pe/28-07-2013/imaginar-la-lima-del-bicentenario 

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